jueves, 27 de diciembre de 2007

ROMA X


"Adiós Roma, adiós dolorosa luz indescifrable,
adiós elocuente sueño, resplandor sin noche, huracán de astros,
adiós fúnebres coronas que dormís en los eclipses, cintura de los arcos,
adiós nublado reino del otoño, guante del revés, adiós nocturno sol anciano,
adiós sílabas del agua, arbusto inmaterial de las estatuas,
adiós aposento del amor, van a separarnos, adiós deseo, adiós cielo profano,
echad la risa al fuego, cerrad la luz desnuda con candado,
no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano,
quién cortará la flor enferma de las calles, qué lobos viejos, qué ojos curvos bajo la ulcerada carne de los vivos,
hacia qué tesoro de losas y ceniza irán los desunidos pasos del impostor y el apacible anónimo,
a qué corral de palo, a qué tacto de ciudad el desterrado domador de la amargura,
oh Roma sin motivo, Roma olida por el fúnebre hocico del cangrejo, Roma desmembrada diente
a diente, quién desde las grúas del entresueño, quién desde el gran miedo del forzoso mar,
todo se traiciona, todo lo que se ama alguna vez se pierde,
adiós estrella negra del pianista, adiós prisa de la tierra,
la alcoba esta vacía, en vano la hipótesis del cisne junto a la carne muerta,
en vano ya la brizna, la nube en vano, el mapa de los vientos:
Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua."

JUAN CARLOS MESTRE: "La tumba de Keats"
http://www.juancarlosmestre.com/poesia/keats.html

http://www.juancarlosmestre.com/

lunes, 24 de diciembre de 2007

ROMA IX

"Ayer fui a ver el Forum. Me senté en un banco de piedra por encima de las ruinas. Hacía sol y calor. Coches llenos de turistas, vendedores de postales, vendedores de medallas, vendedores de fotografías. Me conmovió tanto, que casi me quedé dormido y tuve que levantarme bruscamente. Miré el banco de piedra desconsolado, pero era demasiado duro y la hierba de los alrededores del Colisseum quedaba demasiado lejos. Así que me fui a casa apesadumbrado. Roma me recuerda a un hombre que viviera exhibiendo a los viajeros el cadáver de su abuela."

JAMES JOYCE: "Cartas escogidas"

SALVADOR MONTÓ: "Foro romano"

jueves, 20 de diciembre de 2007

ROMA VIII


"Y Roma la atrajo de nuevo. Las primeras noches anduvo errante por encrucijadas y pasajes estrechos. La insolencia fulgurante de sus ojos era siempre la misma. Nada podía apagarla; y lo probó todo, hasta recibir a la lluvia y acostarse en el barro. Fue de los baños a las celdas de piedra, a los sótanos donde las esclavas jugaban a los dados. Y las salas bajas donde se embriagaban los cocineros y los cocheros también conoció. Esperó a los pasantes en las calles embaldosadas. Pereció en la mañana de una noche sofocante, víctima de una extraña reaparición de lo que había sido una costumbre en ella. Un batanero le había pagado con un cuarto de as: la acechó en el crepúsculo del alba en la alameda para recuperarlo y la estranguló. Después arrojó su cadáver, con los ojos muy abiertos, al agua amarilla del Tíber."

MARCEL SCHWOB: "Clodia. Matrona impúdica" (Vidas imaginarias)


RAMÓN GAYA: "Los baños del Tevere"


lunes, 17 de diciembre de 2007

ROMA VII



"El Coliseo en ruinas es la taza rota del desayuno de los siglos"

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA



LUIS MARAVER: "Coliseum"


viernes, 14 de diciembre de 2007

ROMA VI



"Luego uno debe aprender a decir la verdad. Esto también le parece extraño; usted no se da cuenta que hay que aprender a decir la verdad. Le parece que bastaría desearlo o decidir hacerlo. Y yo le digo a usted que es relativamente raro que la gente diga una mentira de forma deliberada. En la mayoría de los casos creen que dicen la verdad. Y sin embargo mienten todo el tiempo, tanto cuando quieren mentir como cuando quieren decir la verdad. Mienten continuamente, se mienten a sí mismos y mienten a los demás. Como consecuencia, nadie comprende a los otros ni se comprende a sí mismo. Píenselo, ¿podría haber tantas discordias, tantos malentendidos profundos, y tanto odio hacia el punto de vista o hacia la opinión de otro, si la gente fuera capaz de comprenderse? Pero no pueden comprenderse porque no pueden dejar de mentirse. Decir la verdad es la cosa más difícil del mundo; habrá que estudiar mucho y durante mucho tiempo, para un día poder decir la verdad. El deseo por sí solo no basta. Para decir la verdad, hay que llegar a ser capaz de conocer lo que es la verdad y lo que es mentira, ante todo en sí mismo. Pero esto es lo que nadie quiere saber".

GEORGE IVANOVICH GURDJIEFF



"Somos perversos, porque somos terriblemente conscientes de que tenemos miedo de decir la verdad a los otros. No perdonamos nunca a los demás, porque sabemos que nosotros mismos somos falibles. La conservación de nuestra conciencia se basa en el pánico a comunicar la verdad al prójimo. Nos refugiamos en el orgullo, porque nos asusta confesarnos la verdad a nosotros mismos."

KAKUZO OKAKURA: "El libro del té"



GUSTAV KLIMT: "Nuda Veritas"

miércoles, 12 de diciembre de 2007

ROMA V



Como antorchas apagadas junto al lecho de un enfermo
macilentos cipreses rodean la piedra blanquecina;
allí, el búho nocturno construye su trono
y el delgado lagarto exhibe su testa enjoyada.
Allí, donde los cálices de las amapolas se encienden de rojo,
en la serena cámara de aquella Pirámide
seguramente alguna Esfinge antigua
se oculta en la penumbra,
torva guardiana de este jardín de la muerte.

¡Ah! Realmente es dulce descansar dentro del útero
de la Tierra, gran madre del sueño eterno
pero es más dulce para ti una tumba agitada
en la caverna azul de un abismo con eco
allí donde los altos barcos zozobran en la noche
contra los escollos de las olas bravías.

OSCAR WILDE: La tumba de Shelley


PAUL KLEE: Der Niesen

domingo, 9 de diciembre de 2007

ROMA IV


Caffè Gotico
Via della Stelletta


Soy un animal propenso a la elegía. Debe de existir
alguna taxonomía que me clasifique. He aquí
el mantra silencioso del Pantheon desde hace siglos,
he aquí las palmeras felices del Gianicolo,
he aquí el oro del otoño romano. Tengo en el cuerpo
aún la mirada de la mujer de ayer en el Caffè Gotico
como una invitación a intercambiar
las generalidades animales. El tiempo es una cuchilla
y rasga el aire del día, trae otra ciudad:
tú y yo en el mismo lugar. La elegía comienza.
Veníamos de la Via dei Portoghesi,
el corazón abierto sin anestesia.
Tantas cosas han cambiado desde entonces.
Se congeló el agua en las fuentes,
se descongeló y volvió a manar, sucia.
Ahora tengo todo cuanto deseo. Pero también
algo que no quiero y me persigue:
me tengo a mí, todo cuanto ya no tengo.
Sólo soy los que ya nunca seré.


MARTÍN LÓPEZ-VEGA

miércoles, 5 de diciembre de 2007

ROMA III




"Tras tu ventana acechan feas gárgolas,
en el patio del palacio Gaetani huele a cola de ebanista,
y el Gino, donde el café era bueno y me dejabas las llaves,
desapareció. En lugar del café
ahora hay una tienda de calcetines y corbatas,
más indispensables, desde luego, que el Gino
o nosotros. Y tú estás lejos, en Túnez
o en Libia, contemplando lo avieso de las olas,
que se explayan dibujando finos encajes en la costa italiana
-¿un homenaje a Septimo Severo? No creo que la culpa
sea del dinero, ni del paso del tiempo, ni siquiera mía.
De todas formas, es más probable
que la famosa monotonía
del cosmos, harto de su maligna
infinitud, busque para sí misma un abrigo
terrenal, y nosotros estamos a mano. Y, francamente, tendríamos
que agradecer cuando se materializa en un apartamento,
en una expresión facial o en células cerebrales,
y no nos manda directamente bajo tierra,
como hizo con tus padres, con tu hermano,
con tu hermana más joven, D.
El botón del timbre no es más que un cráter
en miniatura, modestamente abierto
por un dedo cósmico, por la migaja de un meteorito:
todas las puertas y portales están marcados
por esta viruela sobrenatural.
Bueno, no nos encontramos. No creo que otra oportunidad
se presente enseguida. Es posible que ya nunca.
No lo lamentes. No creo que hubiera podido
revelarte más que Sirio a Canope,
aunque sea precisamente aquí, ante tu puerta,
donde ambas chocan la una con la otra, a plena luz del día,
y no en la vigilia nocturna que abraza el telescopio."


JOSEPH BRODSKY: "En via dei Funari"


PEDRO CANO: "Clausuras"

domingo, 2 de diciembre de 2007

ROMA II


"Había querido que el santuario de Todos los Dioses reprodujera la forma del globo terrestre y de la esfera estelar, del globo donde se concentran las simientes del fuego eterno, de la esfera hueca que todo lo contiene. Era también la forma de aquellas chozas ancestrales de donde el humo de los más arcaicos hogares humanos se escapaba por un orificio practicado en lo alto. La cúpula, construida con una lava dura y liviana que parecía participar todavía del movimiento ascendente de las llamas, comunicaba con el cielo por un gran agujero alternativamente negro y azul. El templo, abierto y secreto, estaba concebido como un cuadrante solar. Las horas girarían en el centro del pavimento cuidadosamente pulido por artesanos griegos; el disco del día reposaría allí como un escudo de oro; la lluvia depositaría un charco puro; la plegaria escaparía como una humareda hacia ese vacío donde situamos a los dioses."



MARGUERITE YOURCENAR: "Memorias de Adriano"



PIRANESI: "Veduta del Pantheon"

jueves, 29 de noviembre de 2007

ROMA I



"Allí, no muy distante del gran caballo y a su mismo nivel, se ofrecía a la vista un enorme elefante de una piedra más negra que la obsidiana, sembrada copiosamente de partículas de oro y plata como polvillo resplandeciente. Su claro lustre era testimonio de su dureza, porque reflejaba los objetos como un espejo, excepto donde el metal había difundido su verdoso orín, ya que en la parte superior de su amplísimo lomo tenía una maravillosa gualdrapa de bronce con dos cintas que ceñían estrechamente su monstruosa corpulencia. Entre estas grandes ligaduras, con fíbulas relucientes de la misma piedra, se sostenía un pilar cuadrangular que correspondía a la anchura del obelisco situado sobre el lomo, ya que ningún peso perpendicular debe tener debajo aire o un espacio vacío, si quiere ser sólido y duradero. El pilar estaba adornado en tres de sus caras con caracteres egipcios. Este monstruo, cuyo lomo servía de peana al obelisco, estaba figurado y realizado maravillosa y hábilmente, según las reglas del arte de la escultura. Sobre la gualdrapa, convenientemente adornada con muchas figurillas y clavos y escenas e invenciones, se alzaba, firmísimanete asegurado, un obelisco de piedra lacedemonia verdosa. Su diámetro inferior era de un paso, que multiplicado por siete daba la altura, hacia la cual las caras se adelgazaban hasta acabar en punta. En ésta sobresalía fijada una redondísima esfera de materia transparente y lustrosa."



FRANCESCO COLONNA: "Sueño de Polifilo"



SALVADOR DALÍ: "Las tentaciones de San Antonio"

martes, 27 de noviembre de 2007

BOMARZO II


"Me adentré en el bosque, tan enredado que era imposible internarse en él si no se conocían sus obstruidos senderos, escalando y desbarrancándome según la diversidad de las elevaciones accidentadas. Aquí y allá, las rocas de Bomarzo emergían de la broza, como los restos de un naufragio que zozobraban en un oleaje de ramas turbulentas. Esas rocas grises encerraban en su estructura la materialización de mis sueños. Era a ellas a quienes habría que atacar una a una, como si fuesen endriagos, hasta vencerlas. Pero no; no se trataba de vencer; no se trataba de dragones. Cada roca representaba para mí y para mis recuerdos un personaje encantado. El personaje permanecía prisionero bajo la costra. Había que liberarlo y ganar su amistad. Sería un trabajo bello y duro, este que consistiría en devolverle a Bomarzo sus desusados custodios, la guardia del duque Pier Francesco Orsini. Mis manos finas se apoyaron una y otra vez sobre la rugosidad de las superficies cubiertas de plantas parásitas, por las cuales se escurrían los insectos, y mis mejillas se apoyaron también en la porosa aspereza, como si quisiera escuchar los latidos de los corazones ocultos."

MANUEL MUJICA LAINEZ: "Bomarzo"



domingo, 25 de noviembre de 2007

BOMARZO I


"Por un momento cesó el aire en derredor, en una vibración sin ondas, haciéndole vacilar; un eterno momento más, y los ojos le miraban de hito en hito penetrando en los suyos, grave, fría y serenamente. Y Giovancarlo sintió difundirse por todos sus miembros una etérea palidez, y una pena sin nombre, una piedad infinita y un dolor desconocido se apoderaron de él, y en sus ojos se hincharon las lágrimas sin llegar a estallar, como brotes de primavera."



TOMMASO LANDOLFI: "La piedra lunar"

viernes, 23 de noviembre de 2007

SIENA


“Pasaba días enteros, solo, en casa; mirando, con la cara pegada al cristal, el sutil rectángulo de azul entre los tejados. Aquel azul insípido, tan lejano, casi lo encolerizaba; pero no apartaba de él los ojos. Las golondrinas, que desde allí parecían negras, cruzaban como saetas. ¡Sólo allá arriba, en las últimas ventanas, alguien se asomaba a quien ni siquiera conocía! Entonces sentía el vacío de aquella soledad enclaustrada en uno de los más antiguos edificios de Siena, todo deshabitado, con la torre mocha sobre el sombrío Arco dei Rossi; en medio de las casas oscuras y desiertas unas pegadas a otras; con escudos esculpidos que nadie conoce ya, de familias desaparecidas; casas con paredes de dos metros de espesor, con grandes bóvedas, con habitaciones casi sin aire. Las telas de araña grandes como trapos y el polvo de las ventanas siempre cerradas y en los alféizares sobresaliendo de las fachadas.”

FEDERIGO TOZZI: "Con los ojos cerrados"


ODILON REDON: "Les yeux clos"


jueves, 22 de noviembre de 2007

SAN GIMIGNANO



LA TORRE

Dino Buzzati

En la época de las grandes invasiones, un joven y rico ciudadano llamado Giuseppe Godrin se construyó, en los lindes septentrionales de la ciudad, una altísima torre, con una habitación en la cúspide, para pasar en ella la mayor parte de sus días.

Desde allí arriba podía dominar un largo tramo de la carretera que llevaba al norte, en dirección a las montañas por donde pasaba la frontera.

Muchos pueblos belicosos y nómadas recorrían entonces el mundo, llevando la guerra, las matanzas y la destrucción. Pero la más temida de todas era la horda de los Saturnos, contra los cuales ningún ejército regular, reclutado en defensa de la patria, había sido capaz de oponer resistencia.

Pues bien, Godrin desde su más tierna infancia vivía agobiado por este temor y por eso se había hecho construir la torre, para poder ser el primero en dar la alarma.

El arma más peligrosa de los Saturnos era en efecto la sorpresa. Caían sobre las ciudades imprevisiblemente, a galope tendido. Y ni siquiera a las milicias más aguerridas les daba tiempo de formar filas. En cuanto a las murallas de la ciudad, aquellos bárbaros eran maestros en escalarlas, por altas y lisas que fueran.

Gracias a la visibilidad que se disfrutaba desde la cúspide de su torre, Godrin no sólo sería el primero en señalar oportunamente la incursión, sino que habría podido prepararse para combatir –eso es lo que decía- con gran antelación sobre todos los demás. Para ello había adquirido una gran cantidad de armaduras, espadas, lanzas, trabucos y culebrinas. Y en el patio subyacente a la torre, tres veces a la semana, hacía adiestrarse a la numerosa servidumbre en el uso de las armas.

La gente, cuando la construcción de la torre estaba bastante avanzada y el armazón de la obra ya despuntaba sobre todos los edificios de la ciudad, empezó a susurrar que Godrin estaba algo chiflado. Hacía más de un siglo que los bárbaros invasores no habían dado señales de vida. Los Saturnos, además, eran una historia de la noche de los tiempos, más bien legendaria, y era probable, en opinión de muchos, que ya no existieran.

No faltaban los malintencionados: Godrin no se había hecho la torre para poder ser el primero en la batalla, sino para tener todo el tiempo necesario para esconderse. E insinuaban que se había construido, en el subsuelo de la torre, un refugio inexpugnable, con provisiones de agua y de alimentos más que suficientes para resistir un asedio de varios años. Nadie, no obstante, pudo presentar pruebas.

Con el paso del tiempo, sin embargo, se le dejó de hacer caso y las habladurías cesaron. Era una época de paz, la ciudad disfrutaba de una vida próspera y tranquila. Godrin, que pertenecía a una de las familias más importantes, participaba de vez en cuando en las celebraciones y en los festejos de la buena sociedad, pero por lo general llevaba una existencia retirada, sin dejar de escrutar, desde su observatorio, con un potente catalejo, la carretera del norte: por la que sólo descendían pacíficos carruajes, carretas de mercancías, rebaños de ovejas y solitarios caminantes. Por la noche, cuando las tinieblas lo invadían todo y las observaciones debían ser interrumpidas, Godrin, antes de acostarse, se dirigía a una taberna cercana, donde se tomaba unas copas de aguardiente y escuchaba las anécdotas de los viajeros que estaban de paso.

Así transcurrieron los años a una velocidad terrible y Godrin un día se encontró con que era ya viejo, y que para subir los cuatrocientos treinta y ocho empinados escalones de su torre tuvo que ser ayudado por sus criados por vez primera.

Con las fuerzas, también había empezado a flaquear su espíritu emprendedor, y sus esperanzas juveniles, y hasta sus viejos temores. Transcurrían días enteros sin que ni siquiera se acercase al catalejo, orientado desde tiempo inmemorial hacia la carretera del norte.

Pero una noche, mientras desde un rincón de la taberna prestaba oídos a un forastero, un tratante de caballos que contaba maravillosas historias de países extranjeros, le dio un vuelco el corazón. Porque aquel en un determinado momento dijo:

-…sí, ya me acuerdo, todavía era un niño, fue el mismo año en que llegaron aquí los Saturnos.

Godrin nunca intervenía en la conversación, pero esta vez no pudo contenerse:

-Perdone, señor –preguntó- ¿cómo ha dicho?

El otro le miró desconcertado:

-Eso, el año de la invasión de los Saturnos.

Y reanudó sin más su relato.

Godrin se hallaba demasiado sorprendido para atreverse a seguir haciendo pregutas. Por otra parte, ¿por qué dar importancia a un fanfarrón de paso? Desde luego había hablado sin ton ni son, confundiendo ridículamente nombres y fechas.

Sin embargo no pudo evitar la sombra de una duda: ¿cómo se explica que, oyendo relatar una invasión de los Saturnos jamás ocurrida, el público del lugar a quien él conocía perfectamente al menos de vista, no hubiese dicho esa boca es mía?

Así, en días sucesivos, como quien no quiere la cosa, fue sondeando el terreno aquí y allá, deteniéndose para hablar de todo un poco con el boticario, con el comerciante de cigarros, con el librero; como no hacía casi nunca. Ninguna pregunta concreta, sino observaciones alusivas dejadas caer como por casualidad. Lo que no le reportó más luces en un sentido ni en otro.

Decidió entonces ir a visitar a Antonio Kalbach, su anciano profesor de griego y latín, personaje bastante venerado en la ciudad por su sabiduría y sensatez, considerado casi como un oráculo, y consultado, en los momentos más graves, por los mismos gobernantes del estado. Desde que terminó sus estudios, Godrin no había vuelto a hablar con él. Y desde hacía algún tiempo tampoco le veía, señal de que el prohombre, en las postrimerías de la vida, ya no estaba en condiciones de moverse.

El anciano acogió a Godrin con benevolencia. No pareció asombrarse del motivo de su visita, al contrario, parecía estar al corriente de todo.

-Tú nunca has venido a ver a tu viejo profesor –le dijo- y sin embargo no por ello te ha faltado mi cariño. Y he seguido tus pasos desde lejos. ¡Pobre hijo mío! Sí, los Saturnos vinieron, esos que te han dado tantas tribulaciones. Vinieron, pasaron y se fueron.

-Pero, profesor, aquí en la ciudad desde hace al menos sesenta y cinco años, desde que yo nací…

-Los Saturnos vinieron –continuó impertérrito el venerable anciano- y tú, pobre hijo mío, allí en la cúspide de tu vana torre, no te diste cuenta de nada.

-¡Los habría visto llegar por la carretera del norte!

-No vinieron por la carretera del norte, ni tampoco por la del sur. Salieron en silencio de las entrañas de la tierra, saquearon, devastaron. Y tú, pobre hijo mío, en tu respetabilísimo egoísmo, ¡no te diste cuenta de nada!

-En cualquier caso me salvé, ¿no? –dijo Godrin, herido en su amor propio.

-Los Saturnos vinieron, saquearon, se marcharon. Pero otros vinieron después. Otros Saturnos siguen viniendo cada día, asaltan, saquean, devastan y se marchan. No arremeten con la caballería por las calles y plazas, trabajan dentro de cada uno de nosotros, y siembran la destrucción, a poco que nos descuidemos…

-Pero yo…

-Pero tú nada. También a ti te han asaltado, también a ti te han devastado, y tú no te has dado cuenta porque mirabas en otra dirección, a aquella estúpida carretera del norte. Y ahora eres casi viejo, pobre hijo mío. Y así has desperdiciado toda tu vida.



Más sobre Buzzati:

miércoles, 21 de noviembre de 2007

FLORENCIA III


"Repasaba en su mente esas obras y deseaba volver a verlas y, al mismo tiempo, pensaba que seguramente algunas de ellas no volvería a verlas nunca más. ¿Cómo repetir paso a paso en otro viaje el mismo recorrido de esta vez? ¿Cuándo? Digamos que Florencia le contagió al viajero la avidez por la desmesura y le hizo añorar el tiempo de los dioses, que, como diría Cernuda, es un tiempo cuyo ritmo no se acuerda, por largo y vasto, a nuestro pobre ritmo humano, corto y débil. Para él, desgraciadamente, muchas de esas imágenes de Florencia ya sólo existirán -cada vez más frágiles y deformes- en su recuerdo, o en la desvaída ilustración de un libro."


RAFAEL CHIRBES: "El viajero sedentario"


martes, 20 de noviembre de 2007

FLORENCIA II


"-Benvenuto, esta figura no puede salirte bien en bronce, porque a ello no alcanza tu arte.

Al oir estas palabras del duque me resentí grandemente y exclamé:

-Señor, conozco que Vuestra Excelencia tiene en mí muy poca fe, y esto procede, creo, de que otorga demasiado crédito a los que hablan mal de mí, o de que en verdad vos no entendéis de esto."

BENVENUTO CELLINI: "Vida"



Fuente: http://www.alcorngallery.com/

lunes, 19 de noviembre de 2007

FLORENCIA I



"El palacio surgía de su sombra sobre los malecones iluminados; las aguas, pintadas por los fulgores, susurraban con los soplos embalsamados de la noche; los jardines que limitaban los peristilos exteriores chispeaban en sus follajes, y parejas indolentes y espléndidas caminaban por las pelusas y los naranjos espesos. Esas noches la bella soberana se humanizaba y se transfiguraba: encontraba una palabra amable para cada uno de sus huéspedes; su belleza oriental se encuadraba en aquel fondo resplandeciente y exhibía un todo particularmente simpático, aun para las mujeres, que no excitaba ningún sentimiento de envidia ni de odio. Una vez pasada la fiesta se hablaba de ella durante algún tiempo en toda Florencia, pero sólo como de una patricia libre y afable, decidida a conservar noblemente su apacible libertad."


VILLIERS DE L'ISLE-ADAM: "Isis"


SANDRO BOTTICELLI: "Palas y el Centauro" (Galería Uffizi, Florencia)

sábado, 17 de noviembre de 2007

BERGAMO




“También mi historia está seguramente contenida en este entrelazamiento de cartas, pasado, presente, futuro, pero ya no sé distinguirla de las otras. El bosque, el castillo, los tarots me han conducido a esta meta: perder mi historia, confundirla en el polvillo de las historias, librarme de ella.”


ITALO CALVINO: “El castillo de los destinos cruzados”



Bonifacio Bembo: Tarot Visconti-Sforza de Bérgamo (Academia Carrara).

viernes, 16 de noviembre de 2007

RAVENA IV



"Todas las ciudades de la tierra conservan tumbas; pero hay una ciudad que toda ella es una tumba, y se llama Ravena. Ya vengáis por el mar sobre uno de aquellos barcos de velas pintadas de negro y de rojo que corren por el Adriático como enormes mariposas mortuorias, ya lleguéis por tierra, a través de los jóvenes pinares de Cervia, de ningún modo lograréis ver la antigua ciudad imperial. Permanece prona en medio de sus grandes prados solitarios, y parece como si quisiera hundirse en la tierra al igual que sus iglesias y sus mausoleos. Ningún monumento que sobresalga de los demás señala desde lejos su presencia: sólo una torre algo inclinada muestra el deseo del cielo. Como una vieja nave embarrancada en la arena, Ravena ha perdido todos sus árboles."


GIOVANNI PAPINI: "Masculinidad"



jueves, 15 de noviembre de 2007

RAVENA III



"Ayer leí por primera vez la novela de Huysmans A contracorriente y la leí en Rávena. Este libro discutible sale de la moda aquí para incorporarse a la Historia. Jean DesEsseintes jamás vino a Rávena pero ¿qué importa? Los viajes no formaban parte de sus ejercicios espirituales. El personaje, cálidamente arropado en brocados, hubiera podido envolverse en esta ciudad como con un abrigo de piedra más resistente y más vasto, casi impermeable al aire del Tiempo. En estas calles de casas bajas, donde estalla de cuando encuando el estrépito trivial de una fanfarria, donde las tiendas exponen sus incentivos pasados de moda, todo respira el aburrimiento de los días demasiado largos, de tareas monótonas, cuando la Envidia se convierte en el más mimado de los siete pecados. Solas, aquí y allá, disimuladas tras sus fachadas de ásperos ladrillos, casi subterráneas, accesibles únicamente a través de corredores tortuosos, las iglesias se abren como tragaluces de un mundo del alma. Aquí, Des Esseintes hubiera podido satisfacer ese deseo desesperado de fraternidad en la soledad, el único que aún une a los hombres con aquellos que, por propia voluntad o no, se han alejado del orden humano. A través de los siglos, hubiera podido comprobar aquí la existencia de cómplices de sueño, de silencio, de catalepsia."


MARGUERITE YOURCENAR: "Rávena o el pecado mortal" (Peregrina y extranjera)


miércoles, 14 de noviembre de 2007

RAVENA II



"Hacía tiempo los había contemplado con Ervin, Tamás Ulpius y con Éva, la hermana menor de Tamás, en un libro enorme, francés, con un miedo inexplicablemente nervioso, durante una Nochebuena. En la enorme habitación de al lado, el padre de Tamás Ulpius iba y venía sin parar, absolutamente solo. Ellos miraban las ilustraciones del libro, con los codos en la mesa, y el fondo dorado de las imágenes relucía delante de sus ojos como una luz de origen desconocido al final de la galería de una mina. Había algo en aquellas imágenes bizantinas que despertaba en ellos el terror más remoto que anidaba en sus almas."

ANTAL SZERB: "El viajero bajo el resplandor de la luna"