domingo, 31 de agosto de 2008

CANAL DE CASTILLA: ALAR DEL REY



"Licántropo meditabundo, con todo el Canal a la espalda y sentado en la escalinata de la dársena, vuelves a repetir la escena pero no el soliloquio, por desgracia una última vuelta de tuerca. Tu fatiga no proviene del esfuerzo físico sino de la imposibilidad de alcanzar un cielo empedrado de estrellas, engañadoras luces. Enciendes con parsimonia un Montecristo del nº 4 y con la misma morosidad contemplas las recortables siluetas de los edificios circundantes. La promesa de voluptuosidad que todo cigarro conlleva se te escapa, el habano es un sustituto voluntario del pensamiento pero es tan difícil no pensar en nada (...) Aquí deberías detenerte, canalero insomne, bajo el consuelo de las estrellas y sin preguntarte qué hay de la salida al mar."


RAÚL GUERRA GARRIDO: "Castilla en canal"





miércoles, 27 de agosto de 2008

PADUA


"Empezó a lloviznar. Tomé por una calle de gran animación y pude encontrarme, de pronto, en la Piazza del Santo. La basílica me pareció muy confusa, muy borrosa; la contemplé con cierta curiosidad despegada, y como la lluvia iba en aumento, me senté en un café un tanto tabernario, debajo de unos soportales acogedores. Desde allí veía una vigorosa estatua ecuestre, de una hermosura casi violenta, insultante: era el Gatamelatta de Donatello; parecía recibir la lluvia con cierta gozosa indiferencia y lo mojado le prestaba una mayor rotundidad. Cesó de llover; las palomas y las personas salieron de sus escondites como más nuevas, como más recientes —casi como si resucitasen—, y poblaron de nuevo la plaza. Yo no quise abandonar mi mesa; era un buen lugar, un sitio «certero», aunque no sabía muy bien para qué, quizá simplemente para sentirme en Italia, para saberme en Italia, sí, pero como a escondidas de mí mismo; porque me daba un poco de vergüenza ir de un lado para otro, husmeando obras de arte como un mastín obcecado y verme caído en una especie de «mendicidad». No quería admirar, valorar, comprobar, comprender estas o aquellas cosas, sino estar aquí con ellas, entre ellas, sin excluirlas ni excluirme, confiadamente entregado a un olvido fraterno".

RAMÓN GAYA: "Encuentro con Giotto (Padova)"


lunes, 25 de agosto de 2008

CUDILLERO


"Rodillero es un pueblo de pescadores. Las casas, por lo común, son pequeñas y pobres y no tienen vistas más que por delante; por detrás se las quita la peña adonde están adosadas. Hay algunas, menos malas, que pertenecen a las pocas personas de lustre que habitan en el lugar, enriquecidas la mayor parte en el comercio del escabeche; suelen tener detrás un huerto labrado sobre la misma montaña, cuyo ingreso está en el piso segundo. Hay, además, tres o cuatro caserones solariegos, deshabitados, medio derruidos; se conoce que los hidalgos que los habitaban han huido hace tiempo de la sombría y monótona existencia de aquel pueblo singular. Cuando lo hayáis visitado les daréis la razón. Vivir en el fondo de aquel barranco oscuro donde los ruidos de la mar y del viento zumban como en un caracol debe de ser bien triste."

ARMANDO PALACIO VALDÉS: "José"


jueves, 21 de agosto de 2008

ANO BOULARI


"Cuando llegué a las ruinas de la pequeña villa, quedé sobrecogido. Debía de ser mediodía, los rayos del sol caían a plomo e inundaban los escombros. En las viejas ciudades en ruina, es hora peligrosa. La atmósfera está llena de gritos y de espíritus. Que cruja una rama, que una lagartija se deslice rápida, que pase una nube proyectando sombra, y el pánico se posesiona de vuestro ánimo. Cada pulgada de tierra que holláis es una tumba, y los muertos gimen."

NIKOS KAZANTZAKIS: "Alexis Zorba"



TRULEE JAMESON: Mani

lunes, 18 de agosto de 2008

TÚNEZ


"Nuestra llegada a Túnez, el otoño de hace tres años, fue maravillosa. Aunque ya muy estropeada por los grandes bulevares que la atraviesan, era todavía una ciudad clásica y bella, armoniosamente uniforme, cuyas casas encaladas parecían iluminarse a la caída de la tarde, íntimamente, como lámparas de alabastro."

ANDRÉ GIDE: "Amyntas"



"Mi intención era no permanecer allí más que pocos días. Os confesaré mi estupidez: en este país nuevo nada me atraía más que Cartago y algunas ruinas romanas: Timgat, de las que Octavio me había hablado, los mosaicos de Susa y sobre todo el anfiteatro de El Djem, al que me proponía acudir sin tardanza. En primer lugar, era preciso llegar a Susa, y en Susa tomar el coche del correo; pretendía yo que nada, hasta llegar allí, fuese digno de ocupar mi atención.

Sin embargo, Túnez me sorprendió enormemente. Al tomar contacto con ciertas sensaciones despertábanse en mí partes tales de mi persona, facultades adormecidas que, por no haber prestado servicio, todavía, habían guardado toda su misteriosa juventud. Me sentía más asombrado, más aturdido que divertido, y lo que me agradaba sobre todo era la alegría de Marceline."

ANDRÉ GIDE: "El inmoralista"


FRANCISCO CASTRO: Calle en Túnez


viernes, 15 de agosto de 2008

LEÓN

"Cuando cumplí diez años, mi padre se acordó de la promesa que me había hecho el año antes y me llevó a León. Fuimos un sábado por la mañana, en el coche de línea de las ocho, y volvimos por la tarde cargados de regalos y de paquetes para mi madre y yo lleno de una extraña confusión. Era la primera vez en mi vida que veía una ciudad."



"La Catedral era un sueño, una fotografía, un decorado de cine alzado en medio de la ciudad. A su lado, la fundición de Sabero, que era el mayor edificio que yo había visto hasta entonces, apenas era una nave, y el castillete del pozo, que era el más alto de Olleros, una simple torreta de la luz. Así, como un decorado, fue como entró en mi memoria y como la recuerdo ahora mirando esta vieja foto que mi padre y yo nos hicimos delante de ella, él con su traje de rayas y yo con las botas nuevas que acababa de comprar, aunque, desde aquella tarde, la he vuelto a ver muchas veces e, incluso a recorrer de arriba abajo, desde las catacumbas del topo (el que, según la leyenda, devoraba los cimientos de la iglesia mientras la estaban haciendo y cuya piel gigantesca aún cuelga de una pared) hasta el alto campanario que corona la más vieja de las torres y desde el que se puede ver toda la ciudad. Porque como en un decorado de cine, fabuloso y bellísimo y terrible a la vez, me sentí cuando entré en ella y cuando, de repente, me dí cuenta de que había perdido a mi padre y de que estaba solo en la Catedral."

JULIO LLAMAZARES: "Escenas de cine mudo"

lunes, 11 de agosto de 2008

SANTIAGO DE PEÑALBA


"Cumbres en la lejanía, cuestas áridas y corroídas, las oscilaciones del camino laberíntico por el que he venido. La piedra de pizarra de los tejados debajo de mí brilla como una vieja película en blanco y negro. No se mueve nada más que ese reflejo de calor. Subo hacia arriba por detrás de las casas y me siento en un prado junto a un grupo de colmenas. Valle del Silencio. Es acertado. Este pueblo cuelga como un nido de aves rapaces."

CEES NOOTEBOOM: "El desvío a Santiago"





"El prodigio de Santiago de Peñalba está en un rasgo genial de su constructor: tomó, como si dijéramos, la doble ventanita árabe del atrio de San Miguel de Escalada y la convirtió en puerta de este cenobio. En esto coincide todo el mundo, y también en que la subida hasta el monasterio es una experiencia en sí misma. Peñalba o Peña-alba, es decir, piedra o roca blanca o marmórea, oculta su belleza allí donde las águilas anidan; que por eso estos montes se llaman Aquilianos. Un camino estrecho y abrupto como el de una senda mística defendía el silencio y la plegaria, la vida eremítica de unos cuantos hombres; y, cerca de aquí mismo, la foresta amparaba los viejos cultos de Sérapis, el gnosticismo y lo que se ha dado en llamar priscilianismo."

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO: "Guía espiritual de Castilla"

miércoles, 6 de agosto de 2008

PAZO DE OCA


"La mansión lo comprendía todo, como una enorme tumba de piedra tallada donde se desmoronan los restos de varias generaciones y se deshacen las vestimentas de seda gris y paño negro de las mujeres y de los hombres de antaño. Comprendía también el silencio, como si este fuera un preso fervoroso y creyente que se va muriendo poco a poco en el fondo del calabozo, dejándose crecer una larga barba sobre sus trapos y harapos, recostado en un montón de paja podrida. Comprendía también los recuerdos, la memoria de los muertos que se ocultaban en los recovecos de las habitaciones, unos recuerdos que crecían como hongos, como el moho, que se multiplicaban como los murciélagos, como las ratas o como los insectos en los sótanos húmedos de las casas demasiado antiguas. En los picaportes se sentía el temblor de unas manos de antaño, el fulgor de momentos pasados, llenos de duda, cuando aquellas manos no se atrevían a abrir una puerta. Todas las casas donde vive gente tocada por la pasión con toda su fuerza se llenan de este contenido impreciso."

SÁNDOR MÁRAI: "El último encuentro"