martes, 30 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR VII


Oigo como un rotundo tronar de capiteles
¿Abrirá tras las lomas el mar grutas azules?
Crece el musgo en las uñas de los leones de piedra.
Las ballestas apuntan al vientre de los niños.
El pueblo es un gran árbol de piedra retorcida
y la lluvia no cesa de suavizar su lomo.
En el aire un aroma enfermo de eucaliptos.
Guardaré todo el sueño de esta noche en mi pecho
y volveré a pensar en las hortensias húmedas
del jardín, en la hierba medieval de los claustros.
Monstruos de las arcadas, abrid bien vuestros ojos
abultados, sabed que también yo soy duende
y sé de sortilegios y de milagrerías.
Fresquísima es la boca de la noche en las gárgolas.
Viene un ciervo de piedra a beber en la fuente.
Huele su piel a azufre, a aire marino, a yedra.
Se yergue suntuoso como un rosal, es ciego
y suenan sus pezuñas de plata en cada losa.
Mil veces lo han herido de muerte por los bosques
y otras tantas lo han visto desde las celosías
inclinar en la fuente su cabeza sonámbula.
Qué angustia recordarme sin balcón en la noche,
sin navío de piedra surcando las higueras,
el maíz primitivo, los paganos cipreses.
Guardaré todo el sueño, la belleza en huida
y seguirán las rosas de herrumbre tan lozanas
floreciendo en las verjas como negros halcones.
Sí, volverá el milagro de la lluvia otra noche
con el son enlutado, hondo, de la vihuela,
con las yeguas en celo piafando en las cuadras,
con el bello ajimez prieto de ruiseñores.

Guardaré, maga amiga de sienes de violeta,
el sabor de tus labios hechizados a muerte.

ANTONIO COLINAS
(Fantasía y fuga en Santillana del Mar)

viernes, 26 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR VI


"Me limitaré, pues, por ahora a recordar aquel caluroso mediodía, y el lento despertar de la villa a nuestro paso. Porque Santillana se fue despabilando, a medida que avanzábamos hacia su corazón, cual si el repiqueteo de los cascos del mulo anunciase algo distinto, un relajarse de su monotonía secular, la hidalga y la villana, que agravaba el rigor del estío. Puesto sobre la crin pringosa, mi ojo azul observó las sucesivas recuperaciones: entreabríanse los lienzos y esteras protectoras de las puertas, y en las rendijas se esbozaron rostros indecisos; asomaba, en los pórticos, el desperezarse de los rústicos; aquí y allá, vagas mujeres detenían la despaciosa, sonámbula tarea de recoger la ropa puesta a secar; salió un letrado a su balcón, flojas en la nariz las gafas de cuerno, despeinado y desplanchado, y nos estuvo examinando, como si nos imaginase; y así, mientras los cascos taconeaban, aparecieron también tres o cuatro señores de pro, dentro del marco de sus ventanas, como si en nuestro camino estuvieran colgando unos grandes retratos ancestrales, junto a los escudos soberbios, para honrar a Lope de Angulo que volvía, aunque lo cierto es que el Mudo ni tenía blasón, ni con antepasados de calidad y de retrato contaba, en esa Santillana del Mar, orgullo de la Montaña, tan renoble y archinoble, donde tantos se preciaban de descender de los Reyes Godos, que en aquel momento asistía al espectáculo de que alguien se atreviese a perturbar su sacra siesta, y para colmo de que ese alguien fuese un forastero."


MANUEL MUJICA LAINEZ: El escarabajo

lunes, 22 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR V


Cuando se piensa que estas piedras, antes
de ser domadas armoniosamente,
fueron escudo sobre el pecho ardiente
del mundo, en sus orígenes errantes;

cauce para las aguas caminantes;
entraña de oro de la tierra; frente
de montaña; osamenta que no siente
sobre la piel la voz de los amantes...

Cuando se piensa cómo ha sido herida,
hecha manjar para la luz, medida,
ordenada, elevada hacia la altura.

y que la tierra silenciosa espera
nuevamente a la vieja prisionera,
para encerrarla en su prisión oscura...

JOSÉ HIERRO

jueves, 18 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR IV


"Salimos de Santander y nos detuvimos en Santillana, la villa muerta como Brujas, dormida, mejor en el remanso de la Historia. Todo era soledad y silencio, porque Santillana parece el pueblo más arrinconado del mundo, el más apartado de todas las rutas de la vida activa."

BENITO PÉREZ GALDÓS: Cuarenta leguas por Cantabria.

domingo, 14 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR III


"Santillana del Mar, con su aspecto de antigua decoración de teatro, hecha para que delante se reciten décimas sin parar, nos mueve a buscar una compensación en la cueva de Altamira. El arte tradicional nos pesa mucho; lo hemos mirado tanto que es muy difícil esperar de él ninguna repercusión egregia sobre nuestros nervios. ¡Arte románico, gótico, renacimiento! Nuestras reacciones ante ellos se han hecho tan habituales que casi son ya movimientos reflejos."

JOSÉ ORTEGA Y GASSET: El espectador

jueves, 11 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR II


"Era un día radioso y habíamos ido a Santillana del Mar. El autobús del correo, lanzado como una furia desde Torrelavega, deja al viajero, admirado de vivir aún, en una pequeña hostería. De allí a la población hay cinco minutos. Cinco minutos para asombrarnos de esta vetustez insospechada y solemne. Casas señoriales de la Edad Media, negras de siglos, con escudos que ya casi son muecas de piedra. Las hay que se separan del resto uniforme, mohinas y orgullosas, y quedan aisladas, en ángulo, o lejanas, orondas entre lo verde. Las otras, en ringlera, con una severidad que por lo gastada es cómica, bordean las callejas. De pronto todas dan "flanco derecho" y forman una plaza. Casas románicas, casas góticas, casas sin estilo definido, todas con gran tejado en alero para protegernos de esta lluvia cantábrica, perenne como remordimiento sin penitencia."

MANUEL TOUSSAINT: Viajes alucinados. Rincones de España

sábado, 6 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR I


“Parecía que en aquel rincón del mundo la rueda del tiempo se había parado. Las horas resbalaban grises, monótonas, como largos bostezos, lo mismo que los años, lo mismo que los siglos, sin dejar huella, sucediéndose las generaciones iguales, uniformes, con las mismas ideas, con las mismas palabras, con las mismas cosas, en una mansedumbre fluvial, con el silencio de las aguas muertas… Un estupor de eternidad señoreaba toda la villa; andaban las gentes blandamente, sin prisa, con un ritmo grave y pausado, como si todos los trabajos estuvieran señalados, como si no hubiese más oficio que esperar, esperar perpetuamente.”

RICARDO LEÓN: Casta de hidalgos