viernes, 26 de junio de 2009

SANTILLANA DEL MAR VI


"Me limitaré, pues, por ahora a recordar aquel caluroso mediodía, y el lento despertar de la villa a nuestro paso. Porque Santillana se fue despabilando, a medida que avanzábamos hacia su corazón, cual si el repiqueteo de los cascos del mulo anunciase algo distinto, un relajarse de su monotonía secular, la hidalga y la villana, que agravaba el rigor del estío. Puesto sobre la crin pringosa, mi ojo azul observó las sucesivas recuperaciones: entreabríanse los lienzos y esteras protectoras de las puertas, y en las rendijas se esbozaron rostros indecisos; asomaba, en los pórticos, el desperezarse de los rústicos; aquí y allá, vagas mujeres detenían la despaciosa, sonámbula tarea de recoger la ropa puesta a secar; salió un letrado a su balcón, flojas en la nariz las gafas de cuerno, despeinado y desplanchado, y nos estuvo examinando, como si nos imaginase; y así, mientras los cascos taconeaban, aparecieron también tres o cuatro señores de pro, dentro del marco de sus ventanas, como si en nuestro camino estuvieran colgando unos grandes retratos ancestrales, junto a los escudos soberbios, para honrar a Lope de Angulo que volvía, aunque lo cierto es que el Mudo ni tenía blasón, ni con antepasados de calidad y de retrato contaba, en esa Santillana del Mar, orgullo de la Montaña, tan renoble y archinoble, donde tantos se preciaban de descender de los Reyes Godos, que en aquel momento asistía al espectáculo de que alguien se atreviese a perturbar su sacra siesta, y para colmo de que ese alguien fuese un forastero."


MANUEL MUJICA LAINEZ: El escarabajo

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