viernes, 30 de diciembre de 2011

CARCASSONNE VIII


“Los franceses casi siempre han elegido bien el sitio para sus urinarios. De repente recuerdo uno en Carcasona, donde, si elijo bien la hora, tendré una incomparable vista de la ciudadela; está tan bien situado que, a menos que uno esté agobiado y perturbado, debe hacer surgir otra vez el mismo orgullo ascendente, la misma curiosidad y temor reverente, la misma feroz felicidad ante esta escena, que sintieron el agotado caballero o el monje cuando, parándose al pie de la colina donde corre ahora el arroyo que arrastró la epidemia, levantó sus ojos para fijarlos en los siniestros torreones manchados por las batallas y erguidos contra un cielo arrastrado por el viento.”

HENRY MILLER: Primavera negra.

martes, 27 de diciembre de 2011

CARCASSONNE VII


“La noble ciudad de Carcasona, la de los albigenses, la que conquistó el furor y el hierro de Simón de Montfort, aparecía intacta y cerrada sobre sí misma, en muda interrogación sobre el pasado. Jamás el arte militar dará otra muestra de tan singular belleza, y ni siquiera la Aviñón de los Papas podrá competir en la perfección de su total unidad.”

JOAN PERUCHO: Galería de espejos sin fondo.

jueves, 22 de diciembre de 2011

CARCASSONNE VI


“En una de mis últimas visitas a Álvaro Cunqueiro en su piso de Vigo, observé que tenía entre sus objetos más preciados una pequeña bola de cristal. Era uno de esos artefactos que, al darles la vuelta, o simplemente al girarlos, se inundan de falsos copos de nieve. Éstos caían sobre la silueta de una antigua ciudadela amurallada, recreada con diferentes colores brillantes. Era Carcasona.”

CÉSAR ANTONIO MOLINA: Sobre la inutilidad de la poesía.

lunes, 19 de diciembre de 2011

CARCASSONNE V


“Por eso me enclaustraron entre atlas y guías y fui un monje, un pequeño novicio que tuvo por breviarios a los Baedekers, un iniciado en el culto del Hotel des Réservoirs de Versalles, de las murallas de Carcassonne y del queso de Brie-Comte Robert. Por eso, como cualquiera que sin vocación sea recluido de niño en un monasterio, detesté la idea del viaje, ya que para mí Europa se trocó en algo similar a un bachillerato de cotidianos exámenes difíciles, y todo lo que allí puede haber de estimulante y de bello se diluyó entre las tarjetas postales repetidas y las enumeraciones de los catálogos.”

MANUEL MUJICA LÁINEZ: Los viajeros.

jueves, 15 de diciembre de 2011

CARCASSONNE IV


“Seguía tendido inmóvil bajo el papel alquitranado, en un silencio lleno de toqueteos de duende. Otra vez su cuerpo se inclinó cada vez más oblicuo hacia abajo a través de pasillos opalinos de bóvedas como ingles, con costillas de luz solar en extinción que se elevaban disolviéndose en penumbra, y llegó a descansar al fin en los jardines sin viento del mar. En torno de él estaban las cavernas y grutas balanceantes, y su cuerpo yacía en el suelo ondulante, dando tumbos pacíficamente a los ecos oscilantes de las mareas.”

WILLIAM FAULKNER: Estos trece.

domingo, 11 de diciembre de 2011

CARCASSONNE III


“Pero Gui niño y Esclarmonda han tenido que convertirse en mendigos y habitan en una covacha del talud, herboso y sombrío, sobre el que se levantan las murallas de Carcasona, sucias de lluvia aquel invierno de tanta agua, los chubascos que arrastra el reposado viento se desploman lentos y espesos como si fuesen una procesión de larguiruchos y meditabundos clérigos.”

BALTASAR PORCEL: Los días inmortales.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

CARCASSONNE II


“No se ve nada de la Cité desde la estación; está oculta por la aglomeración de la ville-basse, que es relativamente (pero sólo relativamente) nueva. Una encantadora avenida de acacias te conduce a ella –te retrotrae a ella, más bien- y te lleva hasta un puente peraltado sobre el Aude, más allá del cual, elevada y distante, la Cité presenta su inconfundible perfil medieval.”

HENRY JAMES: A little tour in France.

sábado, 3 de diciembre de 2011

CARCASSONNE I


“Viajeros la habían visto algunas veces como un claro sueño, con el sol brillando sobre su ciudadela en la cima de una lejana montaña, y en seguida habían venido las nubes o una súbita niebla; ninguno la había visto largo rato ni se había aproximado a ella, aunque una vez hubo ciertos hombres que llegaron muy cerca, y el humo de las casas sopló sobre sus rostros, una ráfaga repentina no más, y estos declararon que alguien estaba allí quemando madera de cedro.”

LORD DUNSANY: Cuentos de un soñador.


Mª DOLORS LAFFITTE: Can vei la lauzeta mover.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

TOULOUSE II


"En todas partes, se multiplican las casas y crece el número de monjes. En Tolosa, en 1229, la orden se beneficia de la donación que acaba de hacerle Pons de Capdenier, el «Creso tolosano», de un vasto terreno entre la cité y el burgo de Saint-Sernin. Sobre este terreno, los predicadores construirán su iglesia, puesto que la capilla de Saint-Romain resulta insuficiente. Esta primera capilla de los «jacobinos» de Tolosa ya es muy vasta pero cuando, a finales de siglo, se tomará la decisión de abovedarla, adquirirá dimensiones grandiosas y la famosa «palmera» simbolizará, en cierto modo, el triunfo de los mendicantes."

PAUL LABAL: Los cátaros: herejía y crisis social.

domingo, 27 de noviembre de 2011

TOULOUSE I




“Mi verdadero descubrimiento de la Edad Media se produjo, por lo tanto, más tarde, en 1939: tenía 15 años. En ese momento vi, por fin, vestigios medievales. No se encontraban en Tolón, pues su florecimiento es mucho más reciente. Durante un viaje a los Pirineos, habíamos cambiado de tren en Toulouse. Las varias horas de intervalo las aprovechamos para visitar la ciudad. Así me sobrevino la revelación de la basílica abacial de Saint Sernin, la mayor iglesia románica de Francia. Me conmovió profundamente; pero me pareció evidente que se trataba de otro mundo, alejado de ese principio de siglo XX en el que estaba viviendo. Así pues, ¿quién había construido eso y para quién? ¿Cómo conocer a esos hombres y esas mujeres?”

JACQUES LE GOFF: En busca de la Edad Media.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

MORLAÀS




“Restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restablecerlo a un estado completo que puede no haber existido nunca en un momento determinado”.

VIOLLET LE DUC: Diccionario razonado de la arquitectura francesa.




"Velad con vigilancia sobre un viejo edificio; guardadle como mejor podáis y por todos los medios de todo motivo de descalabro. No os preocupéis de la fealdad del recurso de que os valgáis; más vale una muleta que la pérdida de un miembro. Y haced todo esto con ternura, con respeto y una vigilancia incesante y todavía más de una generación nacerá y desaparecerá a la sombra de sus muros. Su última hora sonará finalmente; pero que suene abierta y francamente y que ninguna intervención deshonrosa y falsa venga a privarla de los honores fúnebres del recuerdo."

JOHN RUSKIN: Las siete lámparas de la arquitectura.


WIM MERTENS: Prudence.

domingo, 20 de noviembre de 2011

SAN JUAN DE LUZ III





"San Juan de Luz, en vasco Donibane, es una villa que, además de poseer una playa deliciosa, cuenta con recuerdos históricos para brindárselos al turista. Perteneció a Inglaterra en el siglo XII, por el matrimonio de Leonor con Enrique Plantagenet. En el siglo XV sus marinos, que además de ser muy arriesgados como hombres de mar eran también soldados valerosos, asaltaron Irún y tomaron Fuenterrabía; en el siglo XVI los españoles les devolvieron el golpe, ocupando e incendiando San Juan de Luz; en el siglo XVII otra vez los españoles fueron allí los amos durante un año.

Pero la página más ostentosa de su historia, que tuvo por escenario la nave única de su iglesia del siglo XIII que se caracteriza por las tres galerías superpuestas de madera que la dan aspecto de teatro, fue la celebración del matrimonio de Luis XIV con la infanta española María Teresa, celebrado el 9 de junio de 1660."


PÍO BAROJA: El País Vasco.


YANN TIERSEN: Le Matin.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SAN JUAN DE LUZ II


"San Juan de Luz es una ciudad pequeña, vetusta, de angostas calles; hoy está silenciosa y decaída; antaño, sus marinos combatieron al dado del rey de Inglaterra, contra los normandos; treinta o cuarenta naves zarpaban todos los años para dedicarse a la pesca de la ballena. Ahora el puerto está vacío; este terrible mar de Vizcaya ha roto tres veces el dique. Contra la gimiente marejada que se acumula desde las costas de América no hay obra humana que resista. El agua, como un caballo de carreras, se pricipitaba en el canal, a la altura de los muelles, azotaba los puentes, sacudía sus crestas y rompía sus olas; luego chapoteaba pesadamente en las dársenas, a veces con saltos tan bruscos que retumbaba por encima de los parapetos y anegaba los bajos de los edificios. Una pobre barca danzaba en un rincón, atada a un cordel; ningún marino, ningún aparejo, ninguna red: he aquí lo que queda de este puerto famoso."

HIPPOLYTE TAINE: Viaje a los Pirineos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

SAN JUAN DE LUZ I


"Las casas de Urruña y de San Juan de Luz tienen un aspecto extraño y sangriento, producido por la costumbre de pintar de rojo o de color sangre de toro las ventanas y las puertas de los edificios."

THÉOPHILE GAUTIER: Viaje por España.


"San Juan de Luz conserva aún algunos rincones encantadores, algunas tranquilas y bonachonas calles, impregnadas de carácter local: tejaroces desbordantes; fachadas blanqueadas por las que se entrecruzan traviesas verdes y rojas; grandes árboles que rebasan las tapias del jardín; rompientes que dan al mar azul o a los pardos Pirineos; paz y silencio entre los muros blancos, sobre una pavimentación de cantos rodados marinos... Pero el horror de las construcciones modernas se va multiplicando de día en día. No hay un pedazo de playa, no hay una linda colina que no esté deshonrada ahora por alguna edificación costosa, concebida por los advenedizos extravagantes, por los cursis en pleno delirio... ¡Cuando sería tan sencillo ¡Señor! para no desfigurar este país, edificar casas vascas, como ciertos refinados artistas han tenido el buen gusto de hacer!... ¡Ay! ¿Quién nos salvará de la pacotilla moderna, del falso lujo, de la uniformidad y de los imbéciles!..."

PIERRE LOTI: Figuras y cosas que pasaron.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

HENDAYA


“Pequeña ciudad fronteriza del país vasco, Hendaya agrupa sus casitas al pie de los primeros contrafuertes pirenaicos. Hállase encuadrada por el verde océano, el ancho Bidasoa, brillante y rápido, y los herbosos montes. La primera impresión que produce el contacto con aquel suelo áspero y rudo es más bien penosa, casi hostil. En el horizonte marino, la punta que Fuenterrabía, ocre bajo la cruda luz, hunde en las aguas glaucas y reverberantes del golfo, rompe apenas la austeridad natural del bravío paisaje. Salvo el estilo español de sus casas, el tipo y el idioma de sus habitantes, y el atractivo particularísimo de una playa reciente, erizada de orgullosos palacios, Hendaya no tieno nada capaz de retener la atención del turista, del arqueólogo o del artista.”


“Al salir de la estación, un camino agreste flanquea la vía del ferrocarril y conduce a la iglesia parroquial, situada en el centro de la población. Sus muros desnudos, flanqueados por una torre maciza, cuadrangular y truncada, se yerguen sobre un atrio levantado a la altura de unos pocos escalones y circundado de árboles de tupida fronda. Es un edificio vulgar, pesado, reformado, carente de interés. Sin embargo, cerca del lado sur del crucero y disimulada bajo las masas verdes de la plaza, se levanta una modesta cruz de piedra, tan sencilla como curiosa. Hallábase antiguamente en el cementerio comunal, y hasta 1842 no fue trasladada al lugar que ocupa actualmente junto a la iglesia. Así, al menos, nos lo afirmó un anciano vasco que había desempeñado, durante largos años, las funciones de sacristán. En cuanto al origen de esta cruz, es totalmente desconocido, y nos fue imposible obtener el menor dato sobre la fecha de su erección. Sin embargo, fundándonos en la forma de la base y de la columna, no creemos que pueda ser anterior a las postrimerías del siglo XVII o a principios del XVIII. Sea cual fuere su antigüedad, la cruz de Hendaya constituye, por la decoración de su pedestal, el monumento más singular del milenarismo primitivo y la más rara expresión simbólica del quiliasmo que jamás hayamos visto. Sabido es que esta doctrina, aceptada primero y combatida después por Orígenes, san Dionisio de Alejandría y San Jerónimo, aunque la Iglesia no la hubiese condenado, formaba parte de las tradiciones esotéricas de la antigua filosofía de Hermes.”

FULCANELLI: El misterio de las catedrales.

sábado, 5 de noviembre de 2011

HONDARRIBIA


“Las casas de Fuenterrabía se alzan en una suerte de península que orlan las aguas lentas del Bidasoa y las olas del Atlántico. Colina con calles ascendentes, malecones y aceras empinadas, que recuerda, por su topografía el célebre Mont Saint-Michel de Francia, y que, como este último, está coronada por una iglesia cuyo campanario señala el punto más alto de la aglomeración de viviendas. Iglesia visible desde Hendaya, pero que determina, en cierto modo, los inicios de una nueva temperatura espiritual.”

ALEJO CARPENTIER: Crónicas 1: arte, literatura, política.



“Fuenterrabía me había dejado una impresión luminosa. Había quedado en mi mente como la silueta de un pueblo de oro, con campanario agudo, al fondo de un golfo azul, en una extensión inmensa. No lo he vuelto a ver como lo vi. Fuenterrabía es un pueblo bastante bonito situado en una planicie con un paseo de árboles abajo y, al lado, el mar y bastante cerca de Irún. Una media legua.”

VÍCTOR HUGO: Los Pirineos.



“Al pie del Jaizquibel me tienta a diario la ciudad de Fuenterrabía –oleografía de la tapa de España– con las ruinas, cubiertas de yedra, del castillo del emperador Carlos I, el hijo de la loca de Castilla y del Hermoso de Borgoña, el primer Habsburgo de España, con quien nos entró –fue la Contrarreforma– la tragedia en que aún vivimos.”

MIGUEL DE UNAMUNO: Manual de quijotismo. Cómo se hace una novela.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

PASAJES DE SAN JUAN


"Una cortina de altas montañas verdes recortando sus cimas sobre un cielo resplandeciente; al pie de esas montañas, una fila de casas estrechamente yuxtapuestas; todas estas casas pintadas de blanco, azafrán, verde, con dos o tres pisos de grandes balcones resguardados por la prolongación de sus anchos tejados rojizos de tejas huecas; en todos esos balcones, mil cosas flotando, ropa secándose, redes, harapos rojos, amarillos, azules; al pie de esas casas, el mar; a mi derecha, a mitad de la cuesta, una iglesia blanca; a mi izquierda, en primer plano, al pie de otra montaña, otro grupo de casas con balcones que daban a una vieja torre desmantelada; navíos de todas las formas y embarcaciones de todas las medidas colocadas delante de las casas, amarradas bajo la torre, yendo por la bahía; en esos navíos, en esa torre, en esas casas, en esa iglesia, en esos harapos, en esas montañas y en ese cielo, una vida, un movimiento, un sol, un azul, un aire, y una alegría inexpresables: he aquí lo que tenía delante."

VICTOR HUGO: Los Pirineos

viernes, 28 de octubre de 2011

PEINE DEL VIENTO




“Lenta, muy lentamente, cede la sombra paso al leve vuelo de la luz. Sólo entonces, después del radical descenso a lo oscuro, supimos lo que nos había sido dado: la materia y la revelación de sí que es la forma. La forma, bien sabemos, no es algo sobreimpuesto; está generada por la materia misma que se revela en ella. La forma, dice Nietzsche, es para el artista lo que el no artista llama fondo. Por supuesto para crear hay que llegar al fondo, al fondo de lo oscuro. Lo que emerge después de tal descenso es la obra y sólo entonces la conocemos, en el recién dibujado borde de una aún trémula luz.”

JOSÉ ÁNGEL VALENTE: Chillida o la transparencia (Elogio del calígrafo).





lunes, 24 de octubre de 2011

SAN SEBASTIÁN


“San Sebastián es una ciudad cosmopolita, hermosa, nueva y presurosa. Su destino brillante, de gran ciudad de veraneo, con huéspedes ilustres –reyes, jefes de Estado, artistas, etcétera– le ha llevado a que los habitantes la cuiden con mimo y regalo. Los hermosos paseos de que goza servirán al viajero para perder sus mañanas y sus tardes en un tranquilo deambular contemplando la fiereza de las aguas cantábricas o la serenidad de los verdes montañeses. Un placer es sentarse en cualquiera de las terrazas de los bares del paseo de la Concha a contemplar, solamente a contemplar.”

IGNACIO ALDECOA: El País Vasco.


“En los monumentos de San Sebastián se ve que la inspiración ha partido de contratistas, de maestros de obras y de concejales. Hay una mezquindad y una insolencia en las gentes que viven en estos pueblos modernos que la comunican a todos los objetos del exterior. Así, las calles, las tiendas, las casas, todo responde a su manera de ser, seca y aparatosa; todo es feo, mezquino y triste.”

PÍO BAROJA: El País Vasco.

viernes, 21 de octubre de 2011

ZUMAIA


“En los acantilados de Zumaia, podemos asistir a la extinción de los dinosaurios, al nacimiento de los Pirineos o a los cambios cíclicos del clima. Todos estos acontecimientos están registrados en el flysch, un inmenso hojaldre de piedra que va alternando capas de calizas, margas y areniscas. Cada una de esas capa es una página de historia natural y entre todas forman un libro de ocho kilómetros que abarca cincuenta millones de años.”

ANDER IZAGIRRE: Cuidadores de mundos.

http://gentedigital.es/comunidad/anderiza/



"¿Recordáis este paisaje conocido de Zumaya? ¿Recordáis cómo amanece Zumaya, dulce y alegre, a la vera de una ría tranquila, tras un recodo de la costa cantábrica coronado de la espuma innumerable de este fuerte mar?"

GASPAR GÓMEZ DE LA SERNA: Entrerramones y otros ensayos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

ITZIAR


“Itziar no tiene puerto, a pesar de estar cerca y encima del mar; es una aldea terrestre, con varios caseríos rodeados de maizales. Cerca de las casas se levantan almiares de heno y de helechos, que en el país se llaman «metas». En las partes elevadas reinan los robles y los castaños, y en los derrumbaderos las carrascas.”

PÍO BAROJA: El País Vasco.

lunes, 17 de octubre de 2011

MUTRIKU


“Motrico, visto desde la altura de un monte cercano, parece una construcción bonita y caprichosa de un arquitecto de casas de Nacimiento. La actividad de su puerto pesquero y el contraste de lo campesino y marinero de las carretas de bueyes o de vacas y de las barcas de pesca, le prestan también una gratísima confusión de Nacimiento. No sería extraño que un buen día, un día lunático o limbático, los bueyes tiraran de las barcas y los carros fueran impulsados a remo. Motrico sin querer se ve con ojos de niño.”

IGNACIO ALDECOA: El País Vasco.

martes, 11 de octubre de 2011

SAN ADRIÁN DE ARGIÑETA





“A dos kilómetros al norte de Elorrio, en lo alto de una colina erizada de oblicuas y añosas hayas, se encuentra la ermita de San Adrián de Arguineta, y los veintitrés sepulcros de la raza desconocida.

Conduce al monte un estrecho camino ascensional, duro de pedruscos. Se avanza respirando trabajosamente entre planos verdes de sembrados. Por el senderillo se tropieza con chicos que llevan una vaca atada de una cuerda. Hacia oriente zigzaguea en el cielo la línea azul de los Pirineos, y la quietud del paraje es tal, que una gota de rocío suspendida del vértice de una hoja se desvanece sin desprenderse. Los troncos de corteza manchada anuncian el monte; las bellotas se despegan de las ramas, y el silencio es tan profundo que cuando ruedan los frutos sobre las hojas secas, se escucha el ruido de su choque como alternativas goteras que no mojan el follaje.

Durante la ascensión, me he sentado varias veces en el margen de los prados; luego, he continuado hacia arriba, he tomado un recodo defendido de espinos hostiles y, de pronto, en una planicie de lo alto, formando rectángulo en el calvero, he visto los veintitrés ataúdes de piedra llamados sepulcros. Los ciclópeos cajones de arenisca muestran, separados en la delantera, discos de piedra con talla de cruces de cuatro cabezas.

Algunos ataúdes están descubiertos y exhiben un interior amusgado de hojas secas. El escavado sitio destinado a la cabeza va enganchando su hueco a medida que llega a los hombros, estrecha su paralelogramo a medida que avanza hacia los pies, y en una tapa se lee, en latín: In dei nomine, humus in corporen. Viven fecit. In era CMXXXI. Hic dormit. («En el nombre de Dios, Mumo hizo esta sepultura, viviendo en el cuerpo. Año 931. Aquí duerme»).

No, ya no duerme allí. Polvo y hojas secas ocupan su lecho. Hace treinta años las sepulturas aún contenían cuerpos momificados. Un niño, que ahora es hombre, recuerda haber arrancado un pedazo de esqueleto del interior de un ataúd y de haberle dicho a sus compañeros de aventuras:

–Éstos son muertos de cartón.

Se ignora a qué raza pertenecieron los cuerpos que ocupaban estos enormes nichos. Las conjeturas de los arqueólogos son tan opuestas que carece de interés citar sus pedantescas parrafadas. Algunos suponen que los sepulcros, por su simétrica estructura y el sol mirando a Oriente, son los restos de una desaparecida colonia inmigrante que adoraba al Dios Sol, mas lo evidente es que los ciclópeos ataúdes, labrados en areniscas, fueron traídos de muy lejos, pues en Elorrio no se encuentran canteras que suministren muestras de semejante calidad.

Corroboraba dicha suposición, la costumbre que hasta hace pocos años observaban ciertas poblaciones vascas de la vertiente francesa de los Pirineos, de labrar el disco solar en sus sepulturas. Esto mueve a pensar si el ritual no es la continuidad de una costumbre pagana o el atributo de una raza desaparecida.

Mientras me paseo bajo las ramas de los robles, mirando franjas de cielo azul entre las manchadas hojas, recuerdo que aquí, en siglos pasados, los bisabuelos de estos campesinos vascos que hoy pasan con largo blusón hasta las rodillas la noche del viernes anterior al primer domingo de agosto, llevaban a cabo fiestas de carácter extraño y casi druídico.

Acudían de las cercanías pastores y aldeanas; el más anciano de los etcheco jauna degollaba en la noche a la movediza lumbre de las grandes fogatas un buey joven y cebado, y en presencia de los sacerdotes, lo colgaba en un árbol. La res se desangraba sobre el pasto, frente a los sepulcros de piedra en los que se reflejaban las sombras de los seres humanos que danzaban bajo las ramas. A las doce horas del día siguiente se despedazaba la res. Cada concurrente recibía un trozo de carne, en silencio ritual. Los agraciados y sus compañeras se marchaban a sus cabañas; por la noche regresaban y nuevamente se bailaba al son del tamboril y del silbo del txistu, mientras la luna subía plateando las vertientes de los Pirineos. Las momias de los veintitrés ataúdes escucharían sordamente, a través de las removidas cubiertas de los sepulcros, el estrépito infernal de la saturnalia humana.

Camino entre los sepulcros sin esperar que una voz ocupe, con su sonoridad, la expectativa que este cuadrilátero de ataúdes suscita en el alma. Me siento en el canto de un féretro. ¿Cuántos bueyes habrán sido necesarios para transportarlo? Lo real es que Mumo ha rodado al polvo. Una gota de rocío permanece suspendida del vértice de una hoja y el disco de piedra muestra su labrado sol pagano, con la cruz de cuatro cabezas hacia un monte azul. De polvo somos, y al polvo volvemos.

¡Sí, piadoso Mumo! Jamás en su vida terrestre del año 900 habría imaginado usted que un hombre de Buenos Aires, con el cuello del perramus levantado hasta las orejas, vendría a sentarse irreverentemente en el canto de su ataúd. Así nos ocurrirá a nosotros. Creemos auténtico el paisaje que se refleja en la pompa de jabón. Hay que vivir. La muerte y la Nada se pasean dulcemente abrazadas en la cima verde de un monte vasco.”

ROBERTO ARLT: Aguafuertes vascas.


BENITO LERTXUNDI: Milia.