viernes, 28 de enero de 2011

TÚNEZ II


"En la ciudad árabe, la parte más interesante es el barrio de los Souks, largas calles abovedadas o cubiertas con tejados de planchas, a través de los cuales desliza el sol láminas de fuego, que parecen cortar el paso de los transeúntes y vendedores. En los bazares, galerías tortuosas y entrecruzadas es donde los vendedores por corporaciones, sentados o acurrucados en medio de sus mercancías en tiendecitas cubiertas, llaman con energía al cliente o permanecen inmóviles en sus nichos de alfombra, de telas de todos los colores, de cueros, de bridas, de sillas para montar, de arneses bordados de oro, o en los rosarios amarillos y rojos de babuchas."

GUY DE MAUPASSANT: La vida errante.

SCIAMMARELLA: Guy de Maupassant


DHAFER YOUSSEF: Nafha.

miércoles, 26 de enero de 2011

AREOPOLI


"La partida del autobús impidió cualquier otro comentario, y pronto nos hayamos en los asientos delanteros, traqueteando por el adoquinado, con las piernas en medio de un averío y con manojos de albahaca, mejorana y romero sobre nuestros regazos, presentes de despedida que Eleni, la cantante de lamentos fúnebres, nos había enviado. Dejamos atrás las afueras de la ciudad, y los remanentes de luz se desvanecían rápidamente sobre el golfo situado debajo de nosotros, en una estela ambarina y verdeazulada. ¡Ciento veintisiete! Aquel hombre había nacido dos años antes de que Byron falleciese en Mesolongi. Jorge IV, Carlos X y Alejandro I estaban en sus tronos, Wellington, Metternich y Talleyrand rondaban la mediana edad. Sus recuerdos más tempranos incluirían a Petrobey a la cabeza de su rudo ejército maniota, los guerrilleros erizados como un puercoespín a causa de los fusiles de cañón largo, las cimitarras, los janyares, los yataganes y las pistolas con repujados de plata, arrastrando cañones de bronce a través de los empedrados de Tsimova... Las primeras historias que habrá escuchado deben de haber estado relacionadas con la quema de poblaciones y con las pirámides de cabezas cortadas, la matanza de la caballería de negros de Ibrahim, las decapitaciones y los empalamientos. Acaso haya oído, a través del golfo y de las montañas, el repentino fragor de las armas proveniente de Navarino, y quizá, con el súbito tañido de las campanas, haya advertido confusamente que Grecia era libre... Las especulaciones proliferaban en las crecientes sombras. El destartalado autobús, corcoveando y encabritándose, se internaba cada vez más en el Mani Profundo. Inquietas gallinas cloqueaban en el suelo, los olivos pasaban zumbando en la oscuridad. En una parada, en el exterior de un café rural, una mujer alzó en brazos, hasta la altura de nuestra ventanilla, a un niño pequeño y le dijo que echara un vistazo a los extranjeros. «Jamás ha visto a ninguno –comentó la mujer, disculpándose. Luego añadió–: Tampoco yo…»."

PATRICK LEIGH FERMOR: Mani. Viajes por el sur del Peloponeso.



MANOS ACHALINOTOPOULOS: Hyacinth.

viernes, 21 de enero de 2011

CARTES




"La primera que se encontraba era una primorosa vivienda infanzona, grande, sólida, alegre, restaurada y pintada recientemente, con cortafuegos de piedra, aleros labrados y ancho escudo circundado de follaje granítico. Antes faltara en ella el escudo que la parra, cuyos sarmientos, cargados de hoja, parecían un bigote que aquélla tenía en el lugar correspondiente de su cara, siendo las dos ventanas los ojos, el escudo la nariz y el largo balcón la boca, siempre riendo. Para que la personificación fuera completa, salía del balcón una viga destinada a sujetar la cuerda de tender la ropa, y con tal accesorio, la casa con rostro estaba fumándose un cigarro puro."

BENITO PÉREZ GALDÓS: Marianela.

viernes, 14 de enero de 2011

PARADILLA DEL ALCOR


"A cosa de dos leguas largas de esta abierta ciudad de Palencia yace, anejo de Autilla del Pino, cerca de Paredes del Monte, el caserío de Paradilla del Alcor, al pie de un castillo -más bien castrillo-, que fue de la Casa de Veragua. Llegamos allá, páramo arriba, por el Valle de las Monjas primero, y al último por una carreterilla, flanqueada de jóvenes arbolillos desmedrados y entre cuyas roderas crece la yerba (...) Una iglesiuca de San Pelayo, semitibetana o mongólica, con escudos señoriales, pero nada señores; ridículas cromolitografías modernas y la entrada con su enrejado en el suelo, para defenderla del ganado, y entre la que crece cruda yerba campesina: cardos, espigas de perro y malvas de humildes florecillas caseras."



"El castillo. Sencillo, rudo, borroso, al parecer, insignificante. Como un gran guijarro, pedrusco o jejo arqueológico. Se entra en su recinto por la ruina de una puerta flanqueada de dos torreoncillos. Luego, el torreón y sus mansiones, algunas sembradas de palominos. Junto a un corralillo zumban las abejas. En una tronera, una pequeña culebrina simbólica. Por de fuera, un reló de sol. Y ni artesonados, ni arcadas, ni columnatas, ni patios. Ni, a falta de río o arroyo, siquiera estanque o charca en que se espeje para aliñarse y alindarse. Ni fosos, ni puentes. Y menos un parque. Todo alienta resignada pobreza. Mas desde arriba, desde los ventanales, la visión espléndida y transparente del páramo y de la nava palentinos. (...)"



"En remansos como ése ni se oye bocina de auto, ni zumbidos de vuelo de avión mecánico -pues hay el otro, el arrejaque-, ni hay cine, ni radio, ni gramófono que distraigan el ánimo de gentes mecanizadas y aburridas y les quiten ojos para el campo y sus criaturas naturales, oidos para el canto de los pájaros, los grillos, los sapos, las fuentes y el arranque del vuelo de las palomas, ni les priven de sentir en la carne -mediatamente, pues no correspondemos a la desnudez de la campiña- el toque de la yerba muelle, y verde, y fresca o tibia al sol. En ese rincón de los Campos Góticos se asienta el campesino natural. Allí, ni postes de telégrafo ni esos armatostes, pintados de rojo, que han de conducir la energía eléctrica del Duero. Porque todo eso de la mecánica está cerrándole al hombre modernizado la visión de la vida natural. Y así no pocos espíritus a fosilizarse desde la raíz a la flor, si no quedan troncados."

MIGUEL DE UNAMUNO: Paisajes del alma.


JOHN RENBOURN: The Hermit.

jueves, 6 de enero de 2011

PALENCIA VII


"¿Por qué alguna vez asociamos en el recuerdo un perfume, una piedra preciosa o un verso, a una cosa que nada tiene que ver con todo esto? No sé, pero es el caso que tal vez porque a la luz del satélite la vi por primera vez, la Catedral palentina me pareció un enorme ópalo. Como la piedra fatal, es fría, hermética; no es pobre, pero por fuera da una sensación de hosca glaciedad. Apenas tiene adornos, y en la torre tronchada, el pequeño campanario aumenta la opresora impresión de abandono. Alienta realmente como algo de otros tiempos que ha quedado petrificado allí.

En torno a la iglesia, las calles están desiertas y silenciosas, y una plazoleta se abre, abandonada ante el muro liso y hostil, en que se abren dos puertas: una magnífica y otra inacabada."


ANTONIO DE HOYOS Y VINENT: "Las hogueras de Castilla"


ISIDRO LÓPEZ MURIAS: Catedral de Palencia.



Anna Pietrzak: La Catedral (Agustín Barrios Mangoré)