domingo, 6 de octubre de 2013

MARQUÍNEZ


"Quebrantado y relegado a la soledad, me retiré a un rincón del establo, reflexionando sobre la solidaridad de los colegas, sin poder dejar de darle vueltas a la venganza que debería tomar de tan pérfido animal al otro día, con el retorno a mi ser de Lucio gracias a las rosas, cuando me di cuenta de que en el pilar central que aguantaba las vigas del establo, a media altura, había una hornacina de la diosa Epona que había sido adornada hacía bien poco con una guirnalda de rosas. Con las esperanzas puestas en el conocido remedio de mi salvación, estiré cuanto pude las patas delanteras, el cuello y los labios, poniendo el mayor esfuerzo en llegar a las guirnaldas."

APULEYO: El asno de oro.

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